El coliseo de Roma es un monumento de la antigüedad, del imperio romano. Allí el emperador y sus amigos se divertían viendo el sacrificio de los primeros cristianos a cuenta de las fieras famélicas: placer depravado. El coliseo se conserva como lección de lo que no debe hacerse.

Podríamos afirmar otro tanto de cuantas depravaciones ha hecho el ser humano a lo largo de la historia: la inquisición y sus torturas atroces a nombre de la religión; los genocidios a nombre de una raza; los atentados étnicos, a nombre de un imperio y sus conquistas. Hechos que con vergüenza se recuerdan en lugares y monumentos, para no repetirlos.

Tal debe ser el sentido de lugares como las plazas de toros donde se derrochaban placeres de crueldad con los toros y que ahora deben ser escenarios culturales o deportivos.

Así debe entenderse el futuro de plazas como la de La Santamaría de Bogotá o el curioso museo de la Plaza de Duitama hecho con recuerdos de las faenas de Cesar Rincón. Así podría interpretarse la dignidad del recuerdo de unas diversiones bárbaras que afortunadamente se superan en el mundo y que dan salida a decisiones legislativas que afortunadamente cursan en el legislativo colombiano.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

Abrir chat
Hola, ¿En qué te podemos ayudar?
Verificado por MonsterInsights