Una fábrica de abonos en Boyacá producidos a base de un cultivo de cucarrones rinocerontes, amplió su negocio, con todas las licencias ambientales, a la exportación de los insectos con destino al Japón, donde los comercializan –vivos-, como juguete y distracción de los niños. El curioso negocio que deja ganancias hasta de 20 dólares por unidad, representa un atentado a la biodiversidad de especies propias con perjuicio de la ecología y la agricultura y un sentido de desprecio a la riqueza natural que lo es en sus hábitats y no como extravagante diversión en manos de los niños del lejano país que juegan sin saberlo, con la vida misma al maltratar a los indefensos insectos colombianos.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.