Durante el Foro Económico Mundial en Davos el presidente Duque presentó el plan para sembrar 180 millones de árboles como tarea de reforestación en el territorio nacional. Plausible la intención cuyas dimensiones ponen a pensar en las distancias que existen entre la retórica y la práctica.
Es así como la sola enunciación pone en duda su cabal cumplimiento, es en efecto, un proyecto para grandes áreas que obedezcan a un gran plan no establecido y que requiere de la participación activa y coordinada con diversidades comunidades y la compleja participación de la empresa privada (ver: https://www.elespectador.com/noticias).
El gobierno implemento también una nueva estrategia para restaurar las áreas de difícil acceso, arrojando desde un helicóptero 22.000 semillas de árboles nativos en regiones de la Orinoquia. Según los expertos, ese tipo singular de siembras no pasa de ser una enunciación de buenas intenciones con resultados dudosos. La ausencia de diseños territoriales para la resiembra es otro aspecto que el anuncio no trae, así como la falta de concertación adecuada con las comunidades cuya participación activa es vital para el éxito del programa; asimismo, la participación de la empresa privada, implica la presencia de intereses económicos privados relacionados con la minería (legal e ilegal) y de otras explotaciones como la de hidrocarburos; la explotación maderera (legal e ilegal); la deforestación masiva por cuenta de la ganadería extensiva, etc., sectores todos con intereses a veces opuestos a la reforestación masiva.
Otro aspecto del enunciado consiste en que es un enunciado que con criterios militares anti-droga (siembra de cultivos ilícitos), hace que se considere el todo por la parte: se sabe por informes oficiales que los cultivos ilícitos cubren algo mas de 250.000 hectáreas, mientras que la deforestación total alcanza los 6.7 millones de hectáreas. Además el concepto de industria maderera que se incluye como alternatividad de la reforestación para el desarrollo económico y que por tanto, se reforestará con semillas de plantas maderables, es perversa en tanto se llega al mismo fatal resultado que ignora por supuesto, las necesidades ecológicas, del cambio climático, de las fuentes de agua y oxígeno, de la biodiversidad, pretextos loables del discurso oficial.
A todo lo anterior se suma la falta real de Estado en las remotas regiones que se siguen deforestando; la permisibilidad y el concesionismo ante empresas poderosas internacionales y formas criminales que destruyen los ecosistemas en páramos y selvas; la imposición, en fin, de criterios desarrollistas que están por encima de los valores ecológicos y el cambio climático y del sentido humano que debe primar en estas políticas.
Como si fuese poco, los expertos y científicos han hecho cálculos en términos de los tiempos y costos del ambicioso proyecto de sembrar 180 millones de árboles: Deben sembrarse 246.000 árboles por día, con participación diaria de 5.859 trabajadores cuyo costo diario sería de 109.000 millones.