El investigador Charles David Keeling, fallecido el 20 de junio a los 77 años, fue el primero en advertir, allá por los años 50, una de las amenazas que más preocupa a los especialistas de hoy en día: el calentamiento del planeta.
Keeling se dio cuenta de que cada vez hay más dióxido de carbono (CO2) en el aire, lo que contribuye al llamado efecto invernadero. El aumento de los niveles de este gas, provocado por la creciente industrialización de nuestra especie, provoca que el calor que nos llega del sol quede retenido en la atmósfera.
En aquellos tiempos, la comunidad científica era reacia a creer que los humos de los coches o las fábricas pudieran tener un efecto visible en el clima terrestre. Por el contrario, se creía que los océanos y la vegetación de nuestro planeta eran capaces de absorber todos los gases que se producían.
Sin embargo, las precisas mediciones que realizó Keeling desde 1957 confirmaron que la cantidad de CO2 acumulado en nuestra atmósfera es cada vez mayor. Además, este aumento progresivo, conocido entre los expertos como curva de Keeling, suele estar acompasado con el crecimiento de las actividades contaminantes.
«Hay tres ocasiones en las que la dedicación a las mediciones científicas ha cambiado por completo la ciencia. Las observaciones de planetas de Tycho Brahe sentaron las bases para la Teoría de la Gravitación de Sir Isaac Newton. Las mediciones de Albert Michelson sobre la velocidad de la luz sentaron las bases para la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Las mediciones de Charles David Keeling de la acumulación global de dióxido de carbono en la atmósfera fueron el antecedente a las profundas preocupaciones de hoy sobre el cambio climático«, en palabras de Charles F. Kennel, director del Instituto Oceanográfico Scripps, el organismo al que perteneció Keeling durante casi medio siglo.
Keeling tomó sus valiosos datos sobre la composición química de nuestra atmósfera desde la estación meteorológica de Mauna Loa, en la isla en Hawai, y otras zonas con un aire especialmente limpio. En estas detalladas observaciones quedó constancia de que la concentración media de CO2 en la atmósfera aumentaba de año en año, y esa tendencia aún continúa.
A finales de los años 50, las primeras mediciones de Keeling señalaban concentraciones de 315 partes por millón. Hoy, la cifra supera las 375 partes por millón. Los datos de Keeling fueron respetados por sus colegas desde un primer momento, pero pasarían años hasta que el estudio del cambio climático cobrará la pujanza de la que disfruta en la actualidad.
Sin embargo, la tenacidad de Keeling le llevó a volcarse por completo en sus observaciones del CO2: «Sus mediciones fueron realizadas con gran precisión, desde 1957 hasta ahora», recordó su compañero Ralph Cicerone.
Tan sólo se produjo un pequeño lapso en estas investigaciones, en abril de 1964: «Sus fuentes de financiación gubernamentales le dijeron que, efectivamente, ‘has mostrado que el dióxido de carbono atmosférico está aumentando, ahora busca otra investigación interesante que hacer’. El luchó por continuar con sus series de mediciones, con el apoyo de muchos otros científicos, y en mayo de 1964 estaba otra vez recogiendo datos», según explicó el investigador Sherwood Rowland a ‘The New York Times’.
La influencia del trabajo de Keeling no sólo se reflejó en el ámbito académico, sino también en decisiones políticas de ámbito internacional, como en el Protocolo de Kioto. Según comentan sus compañeros, los gráficos de Keeling mostrando el aumento continuo de gases contaminantes fueron a principios de los 90 la única información científica que podía verse en la Casa Blanca.
En 2002, George W. Bush concedió a Keeling la Medalla Nacional de la Ciencia, el máximo galardón estadounidense dedicado a premiar a los investigadores. Líder mundial de los estudios sobre los compuestos de carbono en la atmósfera, Keeling era licenciado en Química por la Universidad de Illinois y doctor por la Universidad de Northwestern.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.