Este santuario comenzó cuando el argentino Alejandro Rigatuso, recibió un inusual regalo: un loro llamado Beethoven. El obsequio despertó en Rigatuso un genuino cariño por el animal, pero muy pronto se dio cuenta de que algo no encajaba, los loros están destinados a volar, no a vivir.
Impulsado por esta inquietud, comenzó a investigar y descubrió que estas aves pueden vivir hasta 80 años, eligen a una pareja de por vida, son sumamente sociables y poseen una inteligencia comparable a la de un niño en edad preescolar. Su búsqueda reveló una dura realidad, la tenencia de loros es ilegal y alimenta el tráfico de fauna, una de las principales causas de su desaparición. Consciente de ello, Rigatuso decidió que lo ideal era que el loro disfrutara de una vida en libertad. Por ello, comenzó a buscar un lugar adecuado, no cualquiera, sino uno que lo cuidara bien y lo reintegrara a su hábitat natural. Pero esta búsqueda resultó infructuosa, en la región no existía ningún centro especializado en la rehabilitación y liberación de loros. Entonces decidió crearlo él mismo, compró una finca cerca de Cartagena y solicitó el permiso legal a la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique, para albergar y rehabilitar a estos animales. De esta forma surgió la Fundación Loros, una organización sin fines de lucro, dedicada a la rehabilitación de psitácidos (loros, guacamayas y pericos), monos titís) y la regeneración del bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más amenazados del mundo.
Tres años después la Fundación es un hogar para cientos de animales, actualmente cuida de 143 aves, entre loros, guacamayas, cotorras y pericos. Aproximadamente 65 están en entrenamiento para una futura liberación, y unas 50 ya han sido liberadas. La mayoría de estas aves han sido incautadas por las autoridades ambientales. Cuenta con un equipo multidisciplinario conformado por biólogos, veterinarios, guardias ambientales y personal de asistencia que trabaja incansablemente por el bienestar de los animales.
“Lo que hacemos es darles una segunda oportunidad para que vuelvan a la vida silvestre. No queremos quedarnos con ellas, sino liberarlas. Sin embargo, no todas pueden regresar a su hábitat. Hay casos de aves con lesiones graves o que están demasiado acostumbradas al cuidado humano, lo que hace riesgoso su regreso a la naturaleza. En estos casos, las mantenemos con una buena calidad de vida”.
La Fundación busca generar conciencia sobre la importancia de la biodiversidad y fomentar la investigación en ecología y conservación.
Fuente: El Espectador