Existía un régimen climático y un “orden” de corrientes atmosféricas que regulaban las lluvias, el clima y las corrientes de aire en el mar Caribe que hoy nadie conoce; y nadie conoce, porque a pesar del interés mundial por las alteraciones climáticas causadas por el ser humano, los Estados, las industrias, insisten en agredir los ecosistemas a nombre del desarrollo y el poder.
San Andrés y Providencia, nuestras ultramarinas, son víctimas de ese desconcierto universal y desde hace tres años, la situación se agrava con la anuencia indiferente del Estado. El desastre pasado sólo sirvió para el vitrinazo gubernamental y se dice que para negociados oscuros en la reconstrucción urbana y social a que hubo lugar; entonces como ahora, cuando se presenta un nuevo ciclón con sus graves consecuencias, esa región está alterada por los cambios climáticos y en el fondo del drama humano y social existe el drama animal: animalitos domésticos corren la suprema surte del drama común pues de la catástrofe son ellos, los más indefensas víctimas que quedan a la intemperie, azotados por los vientos y en muchos casos pereciendo ahogados, atados a las correas de sus “dueños”. No faltan sin embargo almas buenas que se preocupan por ellos, víctimas inocentes de la agresión humana que modifica las condiciones climáticas y ambientales en todos los rincones de la tierra.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.