Es preciso insistir una y otra vez en el tema de la pólvora como asunto de diversión y celebraciones, ahora no solo de las navidades o ferias aldeanas sino que también de excesos urbanos con ocasión deportiva o con pretextos políticos o religiosos.
Los cielos de diciembre, normalmente transparentes y brillantes, se opacan en estas fechas por razón del uso abusivo de la pólvora que ocurre sin control alguno de las autoridades; el aire se contamina con partículas y gases peligrosos para la salud humana y animal (salitre, azufre, carbón), en tanto el ruido que producen (exceso de decibeles), los acontecimientos inflamables.
Los depósitos de pólvora constituyen un grave peligro, pueden producir explosiones y accidentes mortales; el ruido afecta los oídos de animales y personas de manera grave; en los seres vivos mutilaciones, la muerte o el éxodo fatal; para la flora, destrucciones impredecibles de bosques y selvas y la esterilización de la tierra y el agua, al recibir tan peligrosos residuos, pérdida de sus calidades naturales. Hacemos énfasis en el daño físico y sicológico sufrido por animales- silvestres y domésticos- en eventos de polvorería.
Un diciembre sin pólvora nos hace más civilizados y los animales lo agradecerán.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.