Fue Santo Tomás de Aquino (“Suma Teológica”) quien hace varios siglos y a nombre del naciente cristianismo, afirmó categóricamente que el aire no tenía dueño, es decir un bien inapropiable dado por Dios para la vida de todos los seres vivos de la tierra. No era Santo Tomás, por supuesto ningún pregonero comunista y apeló al sentido común y a la palabra de Cristo para escribirlo.
Recordamos hace poco a Francisco de Asís cuya prédica y acción fue similar en la manera de concebir los bienes naturales como el aire, el agua, la tierra, las plantas y los animales.
Lo anterior como punto de partida para las reflexiones mensuales de la Fundación en este mes de noviembre dedicado al aire realidad aparentemente fantástica, invisible e inexplicable en tanto es un bien necesario y vital, sin dueño, ni espacio delimitado cuyo origen, composición química y funciones para la vida, sigue dando lugar a descubrimientos científicos, intervenciones indebidas, usos y abusos humanos en detrimento de la propia vida.
El CO2 y el O son parte compositiva de su cifra química en cuyas dinámicas reside en las combustiones de cosas inertes y de los seres vivos, incluido el animal humano; esa formidable máquina invisible pero compleja, se torna vulnerable ante los embates violentos del hombre y sus empresas y al desarrollo de sus “civilizaciones” y ambiciones.
El aire es una de las víctimas del abuso ejercido sobre la naturaleza y a la vez causante de los desastres que a todos nos afectan. El aire, agredido por el hombre y sus poderosos inventos es en su deterioro uno de los componentes de la crisis ambiental, el calentamiento global y la crisis climática que nos tiene atrapados con su espada siniestra contra una pared de fechas ciertas e inminentes que deslegitiman la vida desde la inviabilidad de la supervivencia planetaria: fechas límites, fechas propósito, fechas desesperadas que convoca al mundo en Glasgow (Cumbre Clima 2021) para salvarnos de una muerte colectiva y total.
Ojalá los sabios y estadistas del mudo convocados por la crisis, tomen las decisiones adecuadas y tengan tiempo y aire para respirar.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.