Los animales, silvestres, domésticos o de compañía, no han sido ajenos al drama que significan las conmociones sociales. Son los anónimos protagonistas de una confusión social y sus justas protestas.
Pero es preciso remarcar algunas de esas tragedias animales que pasan inadvertidas entre los hechos: nadie sabe, por ejemplo, la suerte de las aves libres que cruzan los cielos de las ciudades desde el alba hasta el anochecer, ahora sorprendidos por el ruido de las marchas y los gases de las armas “no letales” de la represión. Tampoco se explica por qué, irresponsablemente, muchos manifestantes o llevan consigo a las marchas multitudinarias a sus mascotas en las que quedan expuestos al peligro de toda suerte de imprudencias. No se ha dado noticia sobre sí aún la fuerza pública utiliza cruelmente a la caballería o a los perros de la seguridad en tales eventos y nadie se acuerda tampoco de la suerte de los animales callejeros.
En medio de las confusiones, son muchos los animales de compañía que se extraviaron o que por razones de los desplazamientos humanos o la falta de recursos, han sido abandonados o se han agregado a la macabra cifra de “los desaparecidos”. Y váyase a saber de las aventuras de vida o muerte que la fauna silvestre, próxima a las ciudades o vecina de los caminos de las marchas, se han topado con la muerte o el desarraigo fatal. Esperamos saber lo que ha ocurrido en el zoológico de la ciudad de Cali que aún existe y que quedó atrapado en medio de los enfrentamientos.
Los bloqueos de las vías intermunicipales, acaso habrán dejado aislados muchos trasportes del ganado vacuno y porcino que hacen parte de las cadenas alimenticias sujetos a la tortura, la sed, los maltratos y el hambre. Lo propio puede preguntarse sobre los establos y cocheras industriales o caseras donde los animales dejan de ser seres sintientes para convertirse en vulgar mercancía para dar de baja por la crisis del mercado que se suma al paro. Y qué suponer de esa misma mercancía de seres vivos en la macro industria avícola y del huevo, donde los pollitos de levante o las aves de sacrificio se traducen en vulgares cifras económicas por lo que millones de ellos se condenan a muerte, también por razones del precio y del mercado.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.