El calendario medio-ambiental del mundo ha señalado desde 1997 el 14 de marzo como el día internacional de la acción por los ríos, para recordar las obligaciones humanas para con el agua de los ríos que cursan sobre el globo terráqueo, como síntoma de vida.
Una visión general de la naturaleza y los deberes humanos para con ella, en función de la vida, hacen difícil separar en temas todo lo que ella representa y la constituye; es imposible pensar en los ríos sin comprender la relación armónica y esencial de éstos con sus fuentes, de las corrientes de agua dulce sin tener en cuenta sus múltiples cursos naturales y sus entornos, la función de las alturas, los glaciares, los páramos y su flora, los entornos climáticos que transitan, el papel de los árboles y los bosques en su existencia o la incidencia del ser humano y sus aparatos sociales y económicos para el buen suceso de las aguas dulces.
Concretándonos en las razones históricas de esta conmemoración hay que decir que es fruto de un acuerdo celebrado en 1997 en Curitiva, Brasil entre 20 países en razón de las numerosas inquietudes que plantea la cada vez mayor construcción de represas destinadas a crear fuerza hidráulica pero en detrimento de la salud de los ríos y su misma existencia; este solo aspecto da para muchas y muy complejas variaciones en sentido de las acciones depredadoras del ser humano y sus abusos sobre las aguas de los ríos y en general, sobre el medio ambiente y la ecología. Recordemos aquí y ahora en Colombia lo que podría significar el desastre continuado de la Represa de Hidroituango, causante de daños para la fauna, en bosques y laderas, del detrimento de vida en sus aguas y en la vida de pescadores y pastores del entorno.
Pero la propuesta es también un mandato: las acciones que debemos realizar individual y colectivamente para la preservación de los ríos, sus fuentes y sus cursos. Mandato que por supuesto supera las posibilidades individuales de las vecindades en cuanto que es necesaria la fuerza de decisiones ambientales integrales por parte de los estados y las empresas; con pequeños esfuerzos sin la voluntad del poder, nada logra hacerse, ni las iniciativas individuales podrán suplantar o reemplazar las obligaciones de los estados.
Son muchas las acciones que el hombre le debe a la naturaleza y particularmente a los ríos cuyos cauces traen y llevan vida, la vida humana, de la mano con la vida del agua, de sus plantas y peces, de sus riberas y sus cursos a través de la tierra.
Estas son preguntas que todos debemos hacernos: ¿qué sería de los bosques sin el agua? o ¿qué sería del agua sin las selvas y páramos que la crean?, he aquí la importancia del asunto y la necesidad de observarlo en toda su complejidad y perspectiva.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.