El cambio climático, progresivo y siniestro que sufre el planeta que habitamos, es un alarmante proceso de degradación ambiental de múltiples causalidades provenientes casi todas de la actividad depredadora del ser humano, sobre casi todos los elementos naturales de la tierra.
Los esfuerzos de los Estados para detener ese avance del calentamiento global y sus nefastas consecuencias, prendieron una luz de esperanza en 2015 con la reunión de Paris. Los propósitos planteados allí, no se cumplieron y la “gran potencia”, los Estados Unidos de América, cayó en manos del señor Trump quien renegó del compromiso con el mundo y retiró a EE UU del compromiso suscrito; no faltaron desde entonces seguidores de derecha como Bolsonaro del Brasil, que lo acompañan.
Accede al poder norteamericano el demócrata Joe Biden y el primer día de gobierno presentó ante sus conciudadanos y el mundo la decisión presidencial para reintegrarse a las tareas de Paris. “Deshacer el entuerto” de Trump, no será tarea fácil para el nuevo presidente que tiene la voluntad e interpreta la urgencia universal de mitigar la crisis climática; su propuesta es de largo aliento y mucha profundidad; seria y consistente hasta donde los intereses de la economía gringa lo permiten y de gran pragmatismo, en varios aspectos causales, en especial los generados por el uso y abuso de las energías fósiles. Al respecto, críticos de la derecha local lo entienden: “Su legado (el de Biden) va a ser el impacto en el cambio climático, concretamente acelerando la transición de combustibles fósiles a energías limpias y renovables…el objetivo (es) lograr la generación de energía libre de carbono para 2035…” (Mauricio Botero, El Espectador, 15 de noviembre de 2020, pág.58).
El gobierno de Colombia, no ahorra escenario internacional para estar retóricamente a tono con la opinión mundial en este sentido, así sus compromisos se mantengan para que ocurra lo contrario: en el tema de energías y movilidad limpias, sostenibilidad, lucha contra la deforestación y resiembras, el Pacto de Leticia, el Pacto Mundial por los Páramos, etcétera, todo ello en contravía de las estrategias económicas y fiscales que apuntan al desarrollo minero en páramos, bosques y parques, el uso acelerado del fracking en explotación de hidrocarburos, el riego de glifosato, el consentimiento y condescendencia con industrias madereras y ganadería extensiva que progresan violando las fronteras agrícolas y la vida de las selvas.
“Mucho Ruido y Pocas Nueces” es el conocido adagio con que el experto medioambiental y exministro del ramo, Manuel Rodríguez Becerra titula su columna crítica (El Tiempo, 17 de enero de 2021, pág. 1.18), señalando la cantidad de compromisos internacionales, cinco en un poco más de un año, pero que ”también estamos pidiendo que precise cómo el país las podrá cumplir…” cómo sus fórmulas adolecen de vicios y vacíos, “no se señalan los recursos económicos” de financiación de más de sesenta programas, ni “la capacidad institucional para desarrollarlos”… “La implementación de las cinco políticas aludidas –concluye-, parece hoy estar más llena de sombras que de luces…”
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.