En la Colombia de hoy, donde los genocidios, masacres y asesinatos selectivos y sistemáticos se convierten en frías estadísticas de muerte, un homicidio más hace parte de la cotidianidad: 230 reinsertados, centenares de líderes sociales, dirigentes y miembros de las etnias indígenas y afrodescendientes, luchadores campesinos de la tierra o líderes ambientalistas cuyo listado mundial de persecución mundial vergonzosamente encabeza nuestro país, suma hoy un nuevo nombre, el de la líder colombo-española Juana Perea Plata, entusiasta defensora de los habitantes del Chocó, promotora del ecoturismo en Nuquí y víctima de sus luchas contra el crítico proyecto del puerto de Tribugá, construcción que supone un verdadero ecocidio.
La idea del puerto de Tribugá, está desde hace años en la mente desarrollista de los gobiernos y empresarios para quienes el complejo ecológico de las selvas chocoanas nada significa, en términos de la biodiversidad, el equilibrio climático, o la vida de las gentes. Su construcción y la de sus vías de acceso en medio de la selva, es un crimen que evidenciado por los estudios, está en standby, por lo pronto; pero fuerzas poderosas que incluye a traficantes de armas y explotadores mineros clandestinos, como que el clan del golfo domina la región y es sospechoso del crimen de Juana Perea Plata, asesinada con un certero tiro en la cabeza y abandonado su cadáver en la playa.
Había señalado días antes a los enemigos del medio ambiente: “Necesitamos que nos escuchen. Ojalá haya inversión social…los grupos al margen de la ley nos están tomando ventaja” dijo la Personería de Nuquí y ella.
Semanas antes de su sacrificio dijo: “Maldita sea la justicia social de este país. Maldita sea la arrogancia de los citadinos que desconocen las realidades de una gran parte de este país.
Fuente: Diario El Tiempo, Bogotá, 1 de noviembre de 2020, página 1.12